Este mes visité el terruño. Hace dos eternidades que no andaba ese camino de serenidad y seguridad. Al llegar sentí cómo la ciudad es la misma y ha cambiado. Las calles y mis itinerarios personales me hablan al oído de los pasos que di hace unos años en esas mismas aceras. La ciudad me sigue hablando de mi papá y del arraigo que su cielo me ha dado desde niña. Me sigue gritando que el Sol ilumina y quema. Me sigue devolviendo el abrazo de hogar.
Y sin embargo... ya no es el hogar de antes, papá no está y hay
muchos días sin sol.
La ciudad es la misma y yo he cambiado. Sigo regresando a ella y
en cada retorno me percato que yo simplemente ya no soy. Sé que mis ojos
dejaron de mirar las mismas cosas y que mi corazón dejó de palpitar con el
mismo ritmo.
En estos días también he viajado a una ciudad a la orilla del mar. Tan familiar y tan
cálida. Esta vez sólo me acerqué a la playa por breves instantes y supe que también
ha cambiado, aunque me sigue acariciando con el mismo olor a sal y algas. De nuevo soy yo la que cambia a cada instante,
transitando del juego a la furia y de la nostalgia a la paz de un mar sin
lluvia. Las calles, las casas, la playa, el mar, la gente me invitan a quedarme...
y al tocar brevemente la posibilidad me percato que mi piel dejó de sentir de
la misma manera y que mis brazos ya no sostienen los mismos sueños.
Ahora vuelvo a casa, esa multitud de espacios vacíos que esconden
el agridulce de mi vida. Vuelvo a casa y sé que al cruzar la puerta me
encontraré de nuevo con el infinito de mi soledad, ese que me nutre y que me
arranca suspiros y recuerdos. Vuelvo a casa a encontrarme con esa otra yo que
cambia todo el tiempo y que se resguarda en todas sus versiones bajo el mismo
techo. Vuelvo a casa a vaciarme. Vuelvo a casa a mirarme renovada, herida y
grande, fuerte y triste, apasionada y cansada. Vuelvo a casa: a sus sombras, a
mi luz, a la vida, a la que fui y a la que ya no puedo ser más. Vuelvo a casa
mientras vuelvo a ser hogar.
ECGR (ahogada en 7 meses de ausencia)
21 septiembre de 2014
Gracias por compartirlo, y permitirme ser testigo con tus palabras.
ResponderEliminarA veces el sol anida dentro del pecho y afuera no importa que haya oscuridad o que los ríos cambien el curso en una sola noche, se agriete el cielo y caigan estrellas en el jardín, de pronto nada importa sino conservar el fuego, ese que mantiene tibios todos los recuerdos, que nos hace creer que todo tiene un sentido aunque no sea así... Solo somos capaces de percibir los cambios hasta que necesitamos que alguien corrobore que todo es distinto, las calles, los anuncios, las jacarandas que no florearon este año, el nuevo recorrido al nuevo trabajo a la nueva vida, duele, como crecer. Construirse y reconstruirse con el mismo fuego, dejar algún secreto entre las nuevas paredes, mudarse de cuerpo y crear nuevas historias... estás viva, y tu luz es la que descubre y alumbra lo que te rodea, no olvides cuanto amor hay en cada día, no lo dejes pasar, no dejes pasar un día más. besos
ResponderEliminarVolver a ser hogar, suena tan difícil y tan entrañable.
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