lunes, 31 de diciembre de 2012

Decir y desear "Salud"

Siempre que alguien estornuda y siempre que brindamos decimos "salud"... siempre que termina un año o que se cumple años deseamos salud...
Para mí pensar y desear salud hoy implica mucho más que nunca.

Hoy es el último día de este año y me encuentro deseando la salud: la mía, la de mi familia, la de mis amigos, la de mi Mau. Deseo mucho ese equilibrio y bienestar que sólo se tiene cuando estamos en salud. Deseo con intensidad la placidez y la fuerza de sabernos sanos.

Los rituales de Año Nuevo siempre me ponen introspectiva, me traen recuerdos y me llenan de palabras.

Recuerdo que hace 12 años deseaba amor y pasión, deseaba encontrar "un amor a medida" y poder estar en plenitud con una pareja. Lo que más deseaba era compañía.

Hace 8 años deseaba terminar mis ciclos académicos, tener un empleo y estabilidad económica. Lo que más deseaba era poder desarrollarme en el mundo laboral y aportar a mi entorno.

En el 2012 vivo con un hombre gigante y hermoso, quien "apenas llegó, se instaló para siempre en mi vida" (Rebajas de enero, Joaquín Sabina). También sé que soy más de lo que hago y que hago mucho más de lo que hubiera jamás pensado.

Hoy sólo deseo salud... y por salud me refiero no sólo a la ausencia de enfermedad física, me refiero a armonía, a la posibilidad de que nuestros cuerpos y nuestras almas se regulen para buscar satisfacer lo que les hace falta.

Al decir y desear salud me refiero también al bienestar que nos permita mirar y admirar, escuchar y comprender, distinguir entre hacer y estar.

Deseo y digo salud porque creo en la fuerza del sentir, porque el amor cura y nos acerca al estado más
óptimo de nuestro existir.

Digo y deseo salud porque la necesitamos para reconectarrnos con nosotros mismos y para poder sanar en lo profundo.

El problema con la salud es que, una vez perdida o vulnerada, nos deja para siempre la incertidumbre de tenerla de vuelta en total plenitud...
El asunto es que antes de sentirla perdida no reparamos mucho en ella y la damos por sentado.

Yo hoy digo y deseo salud a sabiendas de que su presencia es como el vuelo de una mariposa: frágil y delicado, casi imperceptible, sostenido y de colores. Digo salud porque, al igual que la mariposa en vuelo, se transforma, va y viene.... y también nos asombra por cotidiana y necesaria.

Hoy digo y deseo SALUD para todos ustedes y para nosotros.

Hoy digo y deseo SALUD con todos los poros de mi piel.

Desde un rincón del mundo brindo contigo: ¡¡¡¡¡SALUD!!!! (Ver: Los Rodríguez, Salud dinero y amor)

Y feliz 2013.... una nueva vuelta al Sol.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Después de una larga escala


Hace mucho que inicié este diario de viaje. Tuve que suspenderlo porque la intensidad de la experiencia es tanta que me sobrepasaba. Decidí parar y descansar, acomodar un poco lo vivido dejando que se asentara. Hoy decido retomar el relato pues casi termina el año, no se acabó el mundo y tampoco estoy muy segura si ha empezado una nueva era.
En mi opinión la vida está plagada de parte aguas que nos tocan, nos reorientan, nos transforman. Unos son más aparatosos que otros y son seguidos por la crisis o la angustia, otros más cotidianos y sencillos son casi imperceptibles. Así la enfermedad y así el camino de transformación que se nos revela a través de ella. 

Durante la enfermedad de Mau y el largo proceso de diagnóstico, atravesamos por muchas incertidumbres y angustias. Yo sentía que necesitaba más información y más precisa, necesitaba que los médicos me explicaran de manera integral y poco condescendiente lo que ocurría, lo que podía significar y lo que podíamos hacer al respecto. También sentía, a lo largo de todo el proceso, que íbamos dando tumbos en un camino a oscuras. Sentía que faltaba atención a lo que sentíamos y a las diversas formas que buscamos para darle sentido, así como para encontrar fuerzas y seguir andando.

Mau y yo buscamos en nuestras redes de apoyo y en nuestros propios recursos: acudimos a terapia, recibimos reiki, investigamos incansablemente en Internet, preguntamos a otros profesionales de la salud, pedimos consejo a otros pacientes de cáncer y nos abrazamos muy fuerte para atravesar la larga noche de tormenta que amenazaba nuestro viaje.

La intención de contarles todo esto es decir que el entorno no siempre nos da lo que necesitamos y entonces debemos buscarlo nosotros mismos. Que no lo veamos cerca y nítidamente no significa que no exista.  También tengo la intención de decir que estas búsquedas adicionales a los tratamientos médicos, tan desvinculados de lo psicoemocional, son fundamentales para acompañar de manera más integral al proceso de sanación.

No me quiero referir necesariamente a un solo estilo de curas alternativas o exclusivamente al acompañamiento terapéutico. Me refiero a movilizar todos y cada uno de los recursos que se tienen para atravesar por el proceso de la mejor manera posible. Ejemplos tengo muchos, pero quizás son dos los más significativos: los ratos en las salas de espera y la leche de amaranto….

La sala de espera

Había llegado el momento de la segunda quimioterapia. Ya sabíamos lo que se avecinaba y por conocimiento de causa nuestra ansiedad era mayor.
Mientras Mau recibía el tratamiento en un recinto separado de donde esperábamos los familiares, confirmé que los seres humanos por naturaleza nos regulamos en grupos. Casi de manera natural empecé a conversar con personas que esperaban a sus familiares o a pacientes de cáncer que aún no llegaban a su turno. Todos teníamos la experiencia de la enfermedad, directa o indirectamente y en distintos momentos del proceso. Todos compartíamos sentimientos, miedos y esperanzas. Ese era el punto de partida que nos permitía acompañarnos sin conocernos y darnos contención unos a otros.

Para mí fue muy sanador sentirme parte de ese grupo de personas, al menos por unas horas, pues me ofrecía la posibilidad de ver mi propia experiencia sostenida por muchos y no sólo por mis hombros. Pero también me proporcionó información y consejos útiles: ahí aprendí que untar aloe vera en las venas que recibirán la quimioterapia ayuda a suavizarlas, también aprendí que los tratamientos de quimioterapia generan rechazo de la proteína animal y que ese aporte nutricional se puede compensar con Prosure[1]. Supe también que la miel y el propoleo ayudan a aliviar las aftas en la boca. Aprendí que todos los pacientes atraviesan por estados de ánimo muy cambiantes y que quienes los cuidamos debemos comprender que no es personal y tratar de no abrumarlos.

En esas largas horas aprendí que la espera puede también transformarse en encuentro y apoyo.

La leche de amaranto

Avanzados los tratamientos, los efectos secundarios se volvían cada vez más fuertes y más dolorosos. Mau no tenía casi saliva, tenía la boca entera plagada de aftas y la comida le sabía horrible.
Comer era un suplicio y pasamos de sopas a caldos, de caldos a papillas, de papillas a licuados. Los licuados empezaron teniendo dos huevos, frutas, cereales, leche y otros suplementos alimenticios, pero conforme se agravaban las condiciones, fuimos retirando ingredientes pues le ardían, se pegaban en sus encías o no era posible que los tragara.
Mi desesperación era mucha pues perdía peso y temía que el caso se hiciera extremo como para suspender el tratamiento o que le tuvieran que colocar una sonda para alimentarlo por la nariz.
Mis intentos eran todos muy desesperados e infructuosos.
Parecía que ya ni la leche toleraba…
Y entonces, una querida profesora de la escuela donde trabajo me compartió los beneficios y la receta de la leche de amaranto.
Resulta que el pequeño cereal mexicano es noble y amable: altamente nutritivo, de fácil digestión, barato y con un Ph bastante neutro que lo hace aceptable.
Cada tercer día pasaba muchas horas cociendo el amaranto en ollas con agua y una pizca de sal, colando, licuando, volviendo a colar. Así la leche de amaranto nutrió y sostuvo a Mau durante meses.
Me decían que podía comprarla en algunas selectas tiendas de productos orgánicos… pero yo preferí prepararla pues fue símbolo de amor, de nutrición, de hogar y de familia. Era una de las pocas cosas que podía realmente “hacer” para acompañarlo en la sanación y era una de las cuantas cosas que podía “controlar” en sus tratamientos.
Tomé la nutrición como un acto esencial de amor y de crecimiento y la leche de amaranto me dio la posibilidad de hacerlo.

Hace muy poco comentaba con amigos gestaltistas la trascendencia de la enfermedad y su relación con la salud emocional. Se ha dicho mucho que el cuerpo debe atenderse a la par que el alma y la mente, pero estas palabras están vacías si no se las acompaña con las experiencias que les dan vida.
Sin los encuentros en las salas de espera, sin la leche de amaranto, sin todos los múltiples apoyos a los que recurrimos, el camino de la salud habría sido más arduo o más largo.

Al final sólo resta agradecer a quienes consciente o inconscientemente nos ayudaron. Y agradecernos a nosotros mismos por permitirnos pedir y recibir ayuda.



[1] Una variación del suplmenento alimenticio de nombre Ensure. Esta variante tiene adicionadas proteínas y está elaborado especialmente para ser tolerado y aceptado por pacientes oncológicos. Ver http://prosure.com/default.aspx